cantabria historia de un pueblo
  El Bolo Palma
 
El Bolo Palma
El juego de los bolos, y más concretamente el bolo-palma, es el deporte autóctono de
 Cantabria por excelencia. Su nacimiento se pierde en el <<túnel del tiempo>> y, si se pregunta al más viejo del lugar, contestará, con un encogimiento de hombros, <<se juega de toda la vida>>. El primer conocimiento que se tiene de los bolos es debido a una prohibición oficial. En el año 1627, el pregonero hace redoblar su tambor para que los habitantes escucharan un acuerdo del Conceju santanderino.<<El Coceju de Santander, a 29 de junio de 1627, hubo de tomar este acuerdo: Que se pregone que ninguna persona sea osada de jugar a los bolos en ninguna calle de la villa, so pena de doscientos maravedíes, aplicándolos por tercera parte entre juez, villa y denunciante, y que sean castigados con todo rigor>>. Esta prohibición en la capital, y esas otras que, por imposición de un profundo sentimiento religioso, no permitían el jugar ciertos días ni hasta finalizar la misa mayor, no pudieron frenar la expansión del juego de los bolos. A finales del siglo XIX se adopta el décimo bolo o cachi, y se impone el <<estacazo>>. El bolo montañés adquiere su personalidad propia. Es significativo decir que, a finales del pasado siglo -escribe Julio Braun-, el juego ya formaba parte del alma del pueblo, los jugadores son los conservadores y portadores de este legado de sus antepasados. En 1887 se hace público el Reglamento del juego de Bolos de Puente San Miguel, que consta de doce artículos. La madera recomendada para la fabricación de los bolos es la de avellano; aunque su duración es menor que otras maderas, es más apreciada porque los bolos <<cantan>> mejor. Por el contrario, la madera de abedul es más seca y duradera, pero los bolos no cantan tan bien. Esta madera proviene de los montes de Iguña, Las Fraguas, San Vicente del Monte (Treceño), Silió, o bien de los montes de la cercana Asturias. El otro elemento dinámico del juego son las bolas, y para su fabricación se recomienda la madera de encina. De un tronco de avellano, normalmente, salen 3 ó 4 tochos, que quedarán convertidos en otros tantos bolos. La producción de boleras al año depende de la demanda. En el taller de Santander, ésta es de 10 boleras al año. En el taller de Teja, la producción es mucho más amplia, exportándose a México, Estados Unidos, Madrid, etcétera, donde residen numerosos cántabros que, lejos de su terruño, mantienen la afición por este juego.
 
   
 
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