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Los Nueve Valles
Uno de los procesos más interesantes de la Edad Moderna en Cantabria fue la progresiva unión de las jurisdicciones locales, la cual culminó en 1778 con la formación de Cantabria. El proceso se remonta a finales de la Edad Media, momento en que los grandes dominios señoriales aprovecharon la debilidad o la complicidad de la monarquía para extenderse por los territorios de realengo, que en Cantabria eran muchos. Frente a estos abusos los valles y villas intentaron defenderse con sus exiguas fuerzas, como en los casos del Valle de Toranzo frente a los Manique, o las villas de Santillana y Santander frente a los Mendoza (Casa de los Vega.) . Pero salvo en el caso santanderino, villa que resistió al asalto de las fuerzas del marques de Santillana socorrida por gentes de Trasmiera y otras villas de la costa, los pequeños territorios cántabros no pudieron hacer frente a la fuerza militar señorial. La vía jurídica, denunciando los abusos señoriales ante las instancias correspondientes (Real Chancillería de Valladolid), se demostró más eficaz, si bien muy lenta, pues los pleitos se prolongaban durante muchas décadas debido a los recursos y apelaciones que realizaban los grandes señores. En 1495 el Valle de Carriedo presentó una demanda ante la Chancillería denunciando los abusos del marqués de Santillana, que había tomado dicho valle por la fuerza. Los carredanos obtuvieron sentencia favorable en 1499, si bien las distintas apelaciones del marqués de Santillana prolongaron el ''Pleito de Carriedo'' hasta el año 1546, cuando se pronuncio la sentencia definitiva confirmando las pretensiones carredanas. Animados por este precedente, nueve de los valles de Asturias de Santillana, en adelante los Nueves Valles, se unieron para entablar su correspondiente pleito y restablecer su estatuto de reales valles frente a los abusos del marqués de Santillana. Eran los reales valles de Camargo, Villaescusa, Penagos, Cayón, y Piélagos por un lado, y los de Reocín, Alfoz de Lloredo, Cabezón y Cabuérniga por otro, separados ambos grupos precisamente por las posesiones señoriales de los marqueses de Santillana (Mayordomado de la Vega). Presentada la demanda en 1544 ante la Chancillería de Valladolid, obtuvieron sentencia favorable en 1553, si bien los recursos del marqués de Santillana retrasaron la sentencia definitiva del llamado ''Pleito de los Valles''hasta 1581. Finalizado el contencioso favorablemente, los Nueve Valles decidieron mantener su unión y constituir una ''provincia'', para lo cual levantaron una casa de juntas en Bárcena la Puente, actual Puente San Miguel, en el Valle de Reocín. La Provincia de Nueve Valles sería el embrión de la Provincia de Cantabria, pues en los siglos siguientes mantuvieron su unión y libertades, y además convocaron a sus juntas a otras jurisdicciones cántabras para hacer frente a los problemas comunes, que eran fundamentalmente los abusos señoriales o de la propia Corona. Otro precedente importante fue la Hermandad de las Cuatro Villas de la costa (Castro, Laredo, Santander, y San Vicente), cuyos orígenes se remontaban a la Edad Media, si bien la documentación de sus reuniones que se conserva ya pertenece a la Edad Moderna. Las juntas de las Cuatro Villas se celebraban en Bárcena de Cicero, o bien en cualquiera de las villas, pero siempre con carácter de absoluta igualdad entre ellas. El establecimiento en época de los Reyes Católicos de un corregimiento sobre las cuatro villas dio lugar a una curiosa situación en la que el corregidor y su familia residían tres meses al año en cada una de las villas. Laredo pretendió ser la capital del corregimiento, con la oposición de las restantes villas, pero el corregidor ansiaba lógicamente tener una sede estable, y finalmente en 1629 Laredo consiguió su designación como residencia del corregidor, aunque ello no significaba que fuera la capital, como se haría constar expresamente. En 1727 se produjo el primer intento conocido de agrupar a todas las jurisdicciones cántabras en un cuerpo provincial. En la villa de Santander se reunieron los diputados de ''este Partido de las Cuatro Villas de esta Costa de la Provincia de Cantabria'', comprendiendo todo el territorio de este corregimiento, es decir desde los valles hoy asturianos de Peñamellera y Ribadedeva y la Provincia de Liébana, hasta Castro Urdiales y los valles hoy burgaleses de Mena y Tudela. Así pues, la proyectada provincia cántabra abarcaba todo el espacio comprendido entre el Principado de Asturias y el Señorío de Vizcaya, faltando a ella únicamente la Merindad de Capóo, que a lo largo de la Edad Moderna tuvo su propio corregimiento dependiente curiosamente de Toro (Zamora). Sin embargo las ordenanzas redactadas y la propuesta presentada no obtuvieron la aprobaciónde la Corona, y el proyecto no fructificó, al igual que otros intentos que se hicieron en los años siguientes con idéntica motivación. Todavía hubo que esperar medio siglo hasta la histórica junta celebrada el 28 de julio de 1778 en Puente San Miguel, cuando 27 jurisdicciones de las Asturias de Santillana y la provincia de Liébana constituyeron solemnemente la Provincia de Cantabria y aprobaron sus ordenanzas, invitando expresamente a las restantes jurisdicciones del Partido y Bastón de las Cuatro Villas a que se sumaran a la nueva provincia. Las ordenanzas de la provincia de Cantabria fueron aprobadas al año siguiente por el rey Carlos III, y sucesivamente se fueron incorporando a la misma las demás jurisdicciones de las Asturias de Santillana, así como las tres Villas Pasiegas. La ciudad de Santander también se integró, si bien trató de hacerlo con una preeminencia que las demás jurisdicciones le negaron, por lo que su participación en las reuniones fue conflictiva y de carácter irregular. En definitiva, esta Comunidad de Cantabria agrupó a la mayor parte de la actual, si bien quedaron al margen las merindades de Campoo y Trasmiera, así como otras jurisdicciones de la zona oriental. Debe destacarse que esta provincia no fue una de tantas jurisdicciones creadas a lo largo de la historia de la Corona, tales como merindades, corregimientos u otras, todas ellas fruto de la iniciativas del poder central. Por el contrario la Provincia de Cantabria se constituyó por la iniciativa voluntaria de los valles y villas de la región, que culminaron de esa manera el desarrollo de sus instituciones tradicionales de autogobierno: concejos abiertos, con participación de todos los vecinos; valles que agrupaban a los concejos, con representación de cada uno de ellos; y la Provincia de Cantabria, en cuya juntas Generales se reunían los diputados de los distintos valles y villas bajo la presidencia de un Diputado General. La vida de la Provincia de Cantabria se prolongó durante casi medio siglo, pues las últimas juntas de Puente San Miguel de las que existe noticias se celebraron en 1824, si bien los avatares de la Guerra de la Independencia y la abierta hostilidad de la ciudad de Santander hacia el proyecto fueron socavando su vitalidad. En la época del trienio Constitucional (1820-1823), al discutirse el proyecto liberal de hacer una división racional de España en provincias, las presiones del Ayuntamiento de Santander lograron desplazar el nombre de Cantabria de las propuestas e imponer la titulación de Santander para la nueva provincia, de manera que no hubiera dudas sobre su capitalidad, puesto que los santanderinos aún recelaban de Laredo. Así pues, cuando se crearon definitivamente en 1833 las provincias españolas, nació la Provincia de Santander y el viejo nombre de Cantabria volvió a quedar relegado oficialmente durante siglo y medio.
Extraído del libro: Breve Historia de Cantabria
Fernando Obregón Goyarrola
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